lunes, 16 de noviembre de 2009

Los límites de la libertad


Por Damiám Duarte //

El periodismo desarrolló, desde sus inicios, una serie de tácticas orientadas a la búsqueda de información, cayendo así en una especie de alquimia de la verdad. La intromisión de los comunicadores ha generado una cierta contrariedad en las personas investigadas en asuntos un tanto confusos, logrando delinear un estereotipo de los periodistas muy similar al de la piedra en un zapato, dando lugar a una prejuiciosa evasión de estos sujetos.


La opinión pública se ha visto conmovida a lo largo de la historia con casos de reporteros desaparecidos, perseguidos, asesinados o presionados por organizaciones poderosas, ávidas de ocultar información y mantenerla en lo más profundo de las tinieblas.

Ya sea de radio, televisión, o medios gráficos, los cronistas han sido sometidos, en varios casos, a los intereses de las corporaciones a las que pertenecen, limitando su opinión o seleccionando la información en pos de la preservación de su trabajo.

La vinculación del poder con las grandes cadenas mediáticas, ha resultado un impedimento para aquellos periodistas que, de alguna manera, tratan de acercarse lo más posible a la objetividad y, estos negociados o relaciones, los obligan a limitar o seleccionar la información.

Según los manuales, el periodismo debe de ser objetivo y evitar la opinión. Desde el ego cartesiano, la humanidad ha ido forjando un fundamento para demostrar que dicha objetividad resulta casi imposible, debido a que siempre logra colarse, ya sea en el más mínimo detalle, algún halo de subjetividad a la hora de elegir el estilo de léxico utilizado, o en la información a brindar. Siguiendo con la línea filosófica, podemos desechar la premisa platónica acerca de la verdad absoluta, ya que, según lo planteado anteriormente, aquel ideal sería imposible de alcanzar gracias a las “múltiples verdades existentes”, es decir, pura relatividad.

Es de amplio conocimiento que, en la actualidad, muchos de los respetados periodistas han hecho abuso de su reputación y han derivado en “opinólogos” capaces de criticar cualquier maniobra política, de espectáculos o alguna acción de una persona pública, convirtiéndose en jueces y dueños de la verdad, la ética y la moral.

Los riesgos antes nombrados que corren los comunicadores se pueden observar en distintas partes del mundo. Así, México registra el número más alto de periodistas desaparecidos en América Latina liderando la lista junto a Colombia, en ambos casos el narcotráfico resulta ser el negocio de mayor presión hacia estas personas y el responsable de los actos de violencia. Pero este no es el único motivo. El terrorismo de estado y las dictaduras han logrado ingeniárselas para ejercer un fuerte control en cuestiones mediáticas y de información durante sus mandatos. Un claro ejemplo es el de Rodolfo Walsh, desaparecido en 1977 al día siguiente de haber enviado para su publicación la “Carta abierta a la Junta militar”, tras haber sido perseguido por las fuerzas armadas en respuesta a sus entrometidas divulgaciones acerca de los negociados y delitos del poder.

Según el sitio rsf.org (Reporteros Sin Fronteras), la zona de oriente medio resulta ser una de las más peligrosas para ejercer la profesión debido al incesante control y rastreo ejecutado por los grupos armados y los gobiernos. Por el contrario, en Argentina, la página califica como satisfactoria la situación a pesar de los acosos y amenazas en algunas zonas del noroeste del país hacia los medios locales, presiones enviadas por funcionarios del gobierno en desacuerdo con las investigaciones y con la decisión de los directores de no rendir pleitesía en sus opiniones.

Un caso reciente es el de Radio Activa en El Bolsón (Río Negro), que recibió como represalia el incendio del edificio radial tras brindarle un espacio al presidente del aeroclub, quien se oponía al cierre del aeropuerto local además de realizar una denuncia contra los negociados del intendente. Estos casos son claros ejemplos de que el poder se encuentra, en la mayoría de los casos, interviniendo los caminos de la información.

El periodista, como comunicador y formador de opinión, debe regirse a lo largo de su carrera por una serie de valores éticos y morales en busca de la verdad, la cual se debe alcanzar a como dé lugar. Pero también es cierto que en investigaciones comprometidas o de riesgo, existe un summum que no se puede superar, éstas son ocasiones donde la vida de terceros corre peligro o, en varias oportunidades, la vida misma. En estos casos los investigadores deben elegir entre abandonar el proyecto y sumirse al poder o continuar adelante y hacer frente a las consecuencias.

La devoción del cronista por representar la realidad lo lleva, dependiendo de las circunstancias, a tener que falsear su identidad o propinar alguna mentira para así extraer un testimonio útil para su relato. La visión más romántica del periodismo es aquella en la que el comunicador se somete a toda clase de peligros y riesgos para desenmarañar los entramados negocios de la corrupción o llegar lo más cerca posible a la verdad sobre de un hecho, convirtiéndose en el héroe de la historia. La óptica más realista, en cambio, presenta situaciones no tan ideales, con redactores que son sojuzgados por organismos de poder o por escalafones más altos, viéndose obligados a distorsionar su opinión o limitar la información según la ideología del medio – empresa al cual pertenecen.

La proliferación de los periodistas en las últimas décadas ha generado una multiplicidad de opiniones y métodos de adquirir datos, pero también se ha formado en torno a ésta una falsa imagen acerca de quienes intentan representar la realidad logrando un concepto un tanto bastardeado de la profesión. Si bien el campo de la información es infinitamente amplio y debería llegar a todos los ciudadanos, al estar involucrada gente poderosa en asuntos turbios -por así llamarlos-, los periodistas, transmisores y vehículos de dicha información, ven continuamente una demarcación en sus propósitos, ya sea por persuasiones psicológicas o físicas, obligándolos a mostrar siempre sólo una cara de la moneda.

Dentro de la sociedad, los periodistas suelen cumplir varios roles, entre ellos los de comunicadores y formadores de opinión, nombrados anteriormente. La verdad acerca de la profesión también posee dos caras completamente válidas. Por una parte, los periodistas se ven muchas veces sometidos a presiones o riesgos en los que a veces se ve involucrada su familia o personas cercanas, llevándolos al límite a elegir entre éstas o la profesión. El otro lado de la cuestión es el arma de doble filo que resultan ser las funciones sociales antes mencionadas, ya que un periodista, como comunicador debe optar muy cuidadosamente la información a brindar, debido a que la sociedad recibe los datos de una persona que creen capaz e idónea para tal función. También es cierto que los encargados de informar “objetivamente” pueden manipular, tergiversar o alterar los datos a fin de perjudicar a un gobierno, una figura pública o algún organismo.

Para finalizar, y a modo de conclusión, podemos deducir que los comunicadores tienen como límite -en varios casos- el peligro trasladado a su familia, siendo que ésta no es responsable de sus actos pero si objetivo de quienes se ven desenmascarados, aunque también son conocidos los casos de periodistas que decidieron seguir adelante con las investigaciones obteniendo en la mayoría de las oportunidades, un final fatal.


2 Amigos me gritaron al oido...:

Agustín Molina Gritó:
18 de noviembre de 2009, 13:53

Damián: muy buena su opinión, y por cierto, muy bien escrita. Me quedé pensando en el final "pueden manipular, tergiversar o alterar los datos a fin de perjudicar..." y pensé, que el periodismo "mala leche", lo que suele hacer es OMITIR la información. Por ejemplo, cuando dicen "caos de tránsito, un grupo de manifestante cortan la avenida", y no dicen qué reclaman, por qué reclaman, quiénes no los escucharon, cómo se llegó hasta ese lugar.
Igual, ud. ya sabe, yo no soy periodista, apenas un opinólogo visceral.

Damián Gritó:
18 de noviembre de 2009, 15:32

Agustín:un gusto recibirlo. Precisamente a el "periodismo mala leche", oportunista, veleta o, en criollo, careta es al que me refiero, ya que tener una voz pública implica mucho más que poder escribir bien y responder en fución de quien te paga el sueldo. Con respecto a los opinólogos no se malinterprete que es estoy en contra de ellos (si lo estoy de los PERIODISTAS OPINÓLOGOS que abusan de su posición), de hecho si alguien quiere opinar ¿que mejor que crearse su propio espacio, ej: un blog?. Abrazo!

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