Por Damián Duarte //
Veamos un poco que se esconde detrás de estas intenciones pacifistas. Haciendo un poco de memoria, a principios del año pasado, la iglesia, intentaba llamar al dialogo por un vía similar y criticaba las primacía de “los intereses particulares por sobre los del bien común”, tiempo después, y en un tono de solapado golpismo, las santas voces aparecían en distintos medios sumándose en la cruzada contra la inseguridad y la pobreza. En otra ocasión, emitieron sus respectivos ataques al INADI, y cierta vez se los pudo ver a Bergoglio y al Rabino Bergman saludándose amablemente y subiendo cada vez más el tono ante un común pedido de “igualdad social”.
Si nos vamos algunas décadas más atrás, en años de la última dictadura militar, notaremos que la iglesia tuvo una participación un tanto dudosa. En el libro El silencio, de Horacio Verbitsky, la profunda investigación realizada por el periodista arroja datos acerca de la vinculación de Bergoglio con una organización nazi-fascista conocida como Guardia de Hierro y con fuertes vinculaciones con Massera. Este dato pone blanco sobre negro con respecto a la actitud recientemente tomada., sumado al que la iglesia católica ayudo a Von Wernich a escapar a Chile donde, luego de ser reubicado y de haberse comprobado su culpabilidad de justificar torturas y asesinatos, continuó recibiendo el apoyo episcopal.
Por otra parte, es digno de mencionar la inoperancia eclesiástica frente a los innumerables casos de abuso que han sido mediatizados y los que no, tapándose entre si sus propias miserias.
Durante el menemismo, la institución se vió fuertemente relacionada con el caudillo riojano, que decidió no seguir el accionar de su líder quien había establecido una fuerte división entre la iglesia y el gobierno. En aquellos años, la actividad eclesiástica intervino más de una vez en cuestiones políticas y gubernamentales, como, por ejemplo, la posición antiabortista que mantenía el país.
Parece ser que la pasividad y armonía que se reclama por estos días, no está predicada en el ejemplo de la iglesia, como se pudo ver, se le ha encontrado relaciones con los procesos mas destructivos y nefastos de la historia argentina, sin mencionar los vínculos a nivel mundial, claro que es importante distinguir entre la religión como tal y la iglesia como institución, pero al finalizar estas palabras no puedo evitar recordar a Luis Buñuel, y agradecer a Dios, por ser ateo.
En un ávido interés por fiscalizar la Nación, la iglesia ha vuelto a hacer su aparición invitando tanto al Gobierno como a la oposición a “crear condiciones de convivencia cada vez más armónicas”. La propuesta encabezada por el cardenal Jorge Bergoglio, se está llevando a cabo mediante la entrega de una serie de documentos cuyos destinatarios son el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, Cristina Fernández y Julio Cobos. Según la cúpula episcopal, el motivo de esta intervención se apoya en la idea de crear condiciones de convivencia “más armónicas”.
Veamos un poco que se esconde detrás de estas intenciones pacifistas. Haciendo un poco de memoria, a principios del año pasado, la iglesia, intentaba llamar al dialogo por un vía similar y criticaba las primacía de “los intereses particulares por sobre los del bien común”, tiempo después, y en un tono de solapado golpismo, las santas voces aparecían en distintos medios sumándose en la cruzada contra la inseguridad y la pobreza. En otra ocasión, emitieron sus respectivos ataques al INADI, y cierta vez se los pudo ver a Bergoglio y al Rabino Bergman saludándose amablemente y subiendo cada vez más el tono ante un común pedido de “igualdad social”.
Si nos vamos algunas décadas más atrás, en años de la última dictadura militar, notaremos que la iglesia tuvo una participación un tanto dudosa. En el libro El silencio, de Horacio Verbitsky, la profunda investigación realizada por el periodista arroja datos acerca de la vinculación de Bergoglio con una organización nazi-fascista conocida como Guardia de Hierro y con fuertes vinculaciones con Massera. Este dato pone blanco sobre negro con respecto a la actitud recientemente tomada., sumado al que la iglesia católica ayudo a Von Wernich a escapar a Chile donde, luego de ser reubicado y de haberse comprobado su culpabilidad de justificar torturas y asesinatos, continuó recibiendo el apoyo episcopal.
Por otra parte, es digno de mencionar la inoperancia eclesiástica frente a los innumerables casos de abuso que han sido mediatizados y los que no, tapándose entre si sus propias miserias.
Durante el menemismo, la institución se vió fuertemente relacionada con el caudillo riojano, que decidió no seguir el accionar de su líder quien había establecido una fuerte división entre la iglesia y el gobierno. En aquellos años, la actividad eclesiástica intervino más de una vez en cuestiones políticas y gubernamentales, como, por ejemplo, la posición antiabortista que mantenía el país.
Parece ser que la pasividad y armonía que se reclama por estos días, no está predicada en el ejemplo de la iglesia, como se pudo ver, se le ha encontrado relaciones con los procesos mas destructivos y nefastos de la historia argentina, sin mencionar los vínculos a nivel mundial, claro que es importante distinguir entre la religión como tal y la iglesia como institución, pero al finalizar estas palabras no puedo evitar recordar a Luis Buñuel, y agradecer a Dios, por ser ateo.