miércoles, 8 de julio de 2009

Insuficiencia "A"

Por Duarte Damián y Gómez Analía

Desde fines de abril, el mundo, y más precisamente el continente americano, se ve acechado sanitariamente por un virus denominado gripe porcina, gripe A o H1N1. A dos meses de la aparición de esta enfermedad cabe analizar las medidas adoptadas por parte de nuestros representantes ante un hecho que tiene en vilo a la población.
Esta afección es una pandemia provocada por una variante del influenzavirus A de origen porcino. La génesis de la infección es un cambio de la cepa H1N1, con material genético proveniente de la cepa aviaria, dos cepas porcinas y una humana que mutó y se expandió a otras especies (Cerdo – Humano; Humano – Humano).
La patología afecta el sistema respiratorio y se manifiesta en las personas a través de fiebre alta (más de 38º), dolores de cabeza y musculares, decaimiento, tos frecuente e intensa, rechazo a los alimentos y congestión nasal.
Entre las medidas de prevención que circularon, y aún lo hacen, por todos los medios figuran el lavado frecuente de las manos, evitar estornudar sin cubrirse la boca y, sobre todo, no automedicarse frente a síntomas que pudieran corresponder con los presentados por la enfermedad. Pero si bien estas recomendaciones son útiles es importante preguntarse ¿de qué manera en Argentina se llegó al número de 60 muertos y cerca de 2500 infectados?
Los primeros casos se dieron a conocer en México, país que acertadamente decidió paralizar casi por completo la actividad pública, ayudando así a demorar la diseminación inicial del virus a pesar de que la medida le costó 3500 millones de dólares. En cambio, en nuestro país cesaron los vuelos por menos de una semana y curiosamente no se tomaron otras políticas públicas hasta pasadas las elecciones, generándose así el pico más alto de la enfermedad, favorecida por las condiciones climáticas.
Un sinnúmero de contradicciones ocurrieron durante el transcurso de estos meses. En principio se aconsejaba la utilización de barbijos y alcohol en gel pero una vez agotado el stock de estos dos elementos salvadores, cuyos precios tocaban las nubes, se informó que el barbijo no podía usarse por más de cuatro horas y posteriormente se indicó que si no había presencia de síntomas su uso no era necesario. También resultó ser que el alcohol cumplía la misma función que el agua y el jabón.
Tras los comicios del 28 de junio, la Ministra de Salud Graciela Ocaña presentó su renuncia y se declaró el estado de emergencia sanitaria en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Las escuelas, universidades e institutos decidieron suspender las clases como medida preventiva contra el contagio y se cerraron varios teatros con el fin de evitar las reuniones numerosas de gente. Con respecto a la provincia, gran cantidad de comercios han tomado la iniciativa de cerrar sus locales, los cuales han disminuido sus ventas ante esta problemática, pero cabe aclarar que todas estas resoluciones no son parte de políticas públicas tomadas por el gobierno sino que se debe a la concientización de los habitantes y al pánico generado en la sociedad por el bombardeo de noticias y las cifras que se barajan.
Esto último si bien colabora con la lucha contra la pandemia, declarada como tal a principios de junio por la Organización Mundial de la Salud, resulta insuficiente y fuera de tiempo, hecho que queda demostrado a partir de la expansión del virus y el colapso que sufre la esfera médica.
Como conclusión podríamos reflexionar que si estas medidas hubiesen sido tomadas en tiempo y forma, obviando intereses políticos y beneficios eleccionarios, se hubiesen evitado tanto el elevado número de muertos e infectados, como así también la situación de pánico y sugestión que persigue a la sociedad.

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