viernes, 10 de julio de 2009

Obediencia ¿debida?

Por Damián Duarte

A siete años de la masacre de Avellaneda, en la que encontraron la muerte los manifestantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, se puede afirmar que en nuestros días pocas cosas han cambiado, debido a que, al igual que en aquella semana del 26 de junio, en la actualidad los medios de comunicación, dueños de una dualidad característica que varia según sus intereses, nos continúan bombardeando con información, la cual contiene verdades a media y distorsiona la realidad.
A modo de refrescar la memoria social recordaremos los hechos más relevantes del 26 de junio del 2002, donde varias agrupaciones piqueteras, como parte de un estallido social a causa de la falta de trabajo, viviendas dignas, comida, y el desmedido aumento de la canasta básica, marcharon por las calles de Avellaneda hasta cortar el puente Pueyrredón, donde se encontraron con un bloque armado de la fuerza pública, el cual tras varios minutos de tensión, decidió reprimir a los manifestantes sin motivo alguno.
Con respecto a la función estatal, remontándonos a la nombrada fecha, y apelando a la teoría weberiana, se puede decir que fue aberrante la inconstitucionalidad en el accionar policial debido a que, según el teórico, el Estado es quien posee el monopolio legítimo de la fuerza dentro de un territorio determinado, desde ya, esto no garantiza la libertad de represión por parte del aparato de seguridad cuya responsabilidad es mantener el orden público. Es también inadmisible su intervención en el hecho de que al comienzo se “disuadió” con balas de goma y gases lacrimógenos, pero luego, y supuestamente bajo órdenes de cargos superiores, se reprimió con balas de plomo, acción que se hunde en la ilegitimidad debido a que desde ningún punto de vista existió el más mínimo consenso entre la policía y los movimientos sociales que reclamaban legalmente, tal como lo establece la Constitución Nacional.
Volviendo al tema de los medios de comunicación, aquel día jugaron un papel muy importante con respecto a la información que dieron a conocer, verbigracia, el hecho de que los muertos habían sido a causa del enfrentamiento entre los piqueteros, tildando a éstos de vehementes, impetuosos y desacatados. Pero la principal falta se produce al camuflar los datos veraces, en los que se responsabilizaba a la policía por los crímenes. La intervención policial del mencionado día se observa desleal desde todos sus ángulos de análisis, debido a que, como muestran las imágenes de los reporteros gráficos presentes en el hecho, el comisario Fanchiotti ejecutó por la espalda al manifestante desarmado, quien asistía a su compañero herido en la estación de tren.
Parafraseando al filósofo Hegel, quien aduce que el poder sólo puede existir si se realiza en el dominio efectivo, materializado en obediencia, podemos afirmar que Kosteki y Santillán, síntesis de una dialéctica entre dos fuerzas, cayeron bajo la actuación de un órgano policíaco claramente sometido al transitorio gobierno de Eduardo Duhalde, el cual poseía intereses bastante determinados, dar muerte a los “revoltosos de siempre”.

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