martes, 22 de diciembre de 2009

American dream (Azufre not dead)

Por Damián Duarte //

Tras poco más de once meses de presidencia, el gobierno de Barack Obama sigue, en menor medida quizá, la característica línea controvertida norteamericana. Parece que atrás – muy atrás – han quedado las promesas sobre el cierre de la cárcel de Guantánamo, el fin de la guerra en Irak y, entre otras, las misiones militares en Afganistán. Las aspiraciones hacia un nuevo orden mundial se vieron interrumpidas por una serie de trapisondas en torno a las políticas tomadas por el carismático presidente afroamericano que, si bien se ha encontrado con una importante resistencia tanto en algunos países de Oriente como en América Latina, se las ha rebuscado para llevar a cabo su plan.

Las estrechez de las relaciones celebradas hace algunos meses entre la aliada Israel y Rusia, presentó para Estados Unidos la pérdida de un importante punto estratégico y ha despertado el temor norteamericano ante la posibilidad de la caída de sus intereses frente al eterno conflicto palestino – israelí. Al mejor estilo hobbesiano, podríamos determinar que aquel acercamiento esconde, detrás de la fachada de cierto recelo ante las decisiones de Obama, una lúcida unión frente a un enemigo mayor.

Si bien estos acontecimientos denotan una reducción en la personalidad monopólica estadounidense, lejos está de interpretarse como una caída de la potencia ya que, como podemos ver, las bases militares en Colombia muestran un constante interés en mantener su dominio sobre sus cobardes y obsecuentes amigos.

En cuanto a las promesas sobre el inmediato cierre de Guantánamo, uno de los campos de concentración del siglo veintiuno, podemos ver que efectivamente no se ha abandonado la iniciativa, pero si se ha burocratizado llevándola a una solapada postergación, simulando algún que otro interés trasladando prisioneros o acelerando los juicios.

El reciente premio Nobel otorgado a Obama, ha sido motivo de polémica y de impugnación entre varios mandatarios latinoamericanos, que ante el envío de nuevas tropas a Afganistán y las bases en Colombia, han considerado que el presidente sólo es digno del “premio Nobel de la guerra” y que únicamente ha generado frustración en las personas que confiaban en su capacidad para el cambio.

Recurriendo los términos de interdependencia planteados por Keohane y Nye, las relaciones que unen a la gran potencia del norte y al gobierno de Álvaro Uribe, se reducen a la cierta protección que puede recibir este último por parte de su aliado quien, mientras tanto, gana un puntito más en la ocupación y el control de su patio trasero cada vez más unido y con aspiraciones emancipatorias y progresistas.

Lo cierto es que, quizá producto de en un clima de ansiedad, las medidas de la administración Obama no han sido de gran aporte a favor del cambio en este tiempo, sino más bien, resultan bastante desleales y hasta irónicas frente a los galardones recientemente entregados, generando un grave descontento social, representado por los algunos líderes que reprueban sus recientes medidas. Poco parece haber cambiado, poco aparenta cambiar, sólo se espera que los vientos del progreso latinoamericanista logren, con el pasar del tiempo, disipar estas nuevas e incipientes nubes de aquel temido olor a azufre.

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